Allen Iverson, sus años de Instituto
Allen Iverson nació con un don para el deporte, se le daba genial los juegos de la pelota y los juegos físicos. Todos hemos tenido amigos así, que te ganaban al fútbol y al tenis, al baloncesto...
Cada uno nace con unas cartas, unos las tienen mejores que otros, pero hay que jugar la partida, y sobre todo saber como usarlas. Unos son buenos en mates, otros en lengua, otros corriendo y algunos estando sentados. Guapo y feos, altos y bajos, listos y menos listos, que entienden el juego o que no lo entienden… Encontrar cuales son nuestras habilidades y saberlas aprovechar al máximo es un paso hacia la felicidad, y conocer nuestros defectos e intentar que no sean tan nocivos como podrían ser, también nos ayuda a tener un camino mejor, que será alumbrado por las experiencias que nos ha dado la vida. Tras este momento zen que podría firmar el mismísimo Phil Jackson, volvamos al mundo terrenal.
Allen Iverson nació con un don para el deporte, se le daba genial los juegos de la pelota y los juegos físicos. Todos hemos tenido amigos así, que te ganaban al fútbol y al tenis, al baloncesto y a la petanca, a las canicas y al ping pong, siempre podían contigo, pero pasaron los años y no se convirtieron en Allen Iverson, ni nosotros fuimos Sun Yue -para algunos el peor jugador de la historia de la NBA, probablemente no lo sea, jugó en los Lakers, y en un partido cometió 4 faltas y dos pérdidas de balón en cinco minutos. En los 28 minutos que estuvo en una cancha de la NBA consiguió 6 puntos y 10 faltas, era duro, eso si que lo tenía-. Fuimos creciendo, y ya empezamos a ganarle en algunos juegos, ya que no se puede ser el mejor en todo tanto tiempo, menos si eres un tipo como Allen Iverson, que dominó en todo lo que quiso durante muchos años, hasta que llegó a la Universidad y tuvo que elegir, y por suerte para nosotros eligió el baloncesto.
Cuando era un adolescente jugó en el Instituto Bethel, que estaba en Hampton la misma ciudad donde nació el 7 de junio de 1975, jugó en el equipo de fútbol americano de quarterback, running back, retornando punts y de defensive back -me lo imagino los viernes noche, estando todo el partido en el campo, sin parar de correr, mientras los otros 10 jugadores del equipo defensivo y ofensivo salían a descansar.-
*No he encontrado mucha información de su infancia, pero me lo imagino en todas las actividades físicas de la escuela ganando a los de su clase, siendo el que más saltaba en gimnasia, el que corría mejor los 50 metros y los 1000 metros, ganando a todos a los videojuegos, a las cartas o a la Oca, creo que no debía perder nunca.
Los sábados se ponía la camiseta del equipo de baloncesto para jugar de base. Y no debía ser un portento físico, cuando estaba en la NBA sólo medía metro ochenta y tres, seguro que en el instituto no era de los más altos, pero sabía jugar a baloncesto, no era necesario ser el tenía más altura o mejor físico, era “El Mejor”, el que podía con todos, no dependía ni de su talla de camiseta ni de la talla de las zapatillas, estaba por encima de todo eso. Y eso fue uno de los puntos fuertes para convertirse en un icono, no necesitabas medir más de dos metros para ser una estrella del baloncesto o de la NBA, Iverson lo había logrado, y la mayoría nos parecemos más a Iverson por tamaño que a Kevin Durant, y es más fácil soñar despierto en ser un bajito que juega genial a baloncesto que desear alcanzar una altura que nunca llegará.
Y los dos equipos del instituto funcionaban a las mil maravillas, en el año que era junior ambos equipos ganaron el campeonato estatal de Virginia, y ganó en ambas competiciones el premio a mejor jugador de Instituto en ese deporte. Allen Iverson nació con unas habilidades muy por encima de la media, diría que muy especiales, una auténtica estrella del Hight School y de la ciudad, estaba en boca de todo el mundo, levantando toneladas de envidia entre los quiero y no puedo, y eso no le ayudó nada el día de los enamorados de 1993 ni los días que vinieron después. Ese día tuvo una pelea con un grupo de adolescentes blancos en una bolera, por lo que parece se metieron con él y sus amigos salieron a defenderlo, pero Allen se largó de allí, se ve en las grabaciones que hay de la “guerra”, porque entre todos destrozaron la bolera, una auténtica batalla campal, de esas que se ven en las películas del Oeste, cuando llegan todos sedientos al salón, y entre el bourbon y las ganas de adrenalina no dejan ni una botella sin romper, pues eso ocurrió en la bolera. Y llegó el juicio, y para sorpresa de todos lo condenaron a 5 años de prisión y 10 años sin poder jugar a ningún deporte a nivel competitivo, le habían arrancado todas las cartas, le habían dejado sin nada, sólo por estar en el lugar equivocado en el momento erróneo.
Lo mandaron al correccional de Newport News durante cuatro meses, luego el gobernador de Virginia, Douglas Wilder, lo indultó, en el 95 la Corte de Apelación de Virginia revocó la condena. Hubo muchas protestas en la calle durante todo el juicio y el caso tenía un “tufillo” racista que apestaba a miles de quilómetros. Jamás podrá recuperar esos meses que le robaron, en un lugar que debía ser de todo menos agradable, pero esa experiencia fue más acero en la forja de su carácter. Llegó donde llegó por todos los pasos que le llevaron allí, los buenos y los malos, todo condicionó su futuro. No sería lo que fue sin todo lo que pasó, y sin John Thompson, el entrenador de Georgetown -el primer entrenador afroamericano que ganó un campeonato de la NCAA- que ayudó a Iverson a salir del correccional, y que le dio una beca para estudiar en Georgetown, y le advirtió, “Si te comportas como un gilipollas, no sigues las normas y dejas la Universidad en mal lugar, te voy a dar una patada en el culo que terminarás jugando a baloncesto en Turquía.” Supongo que le dijo algunas palabras similares, y la última parte fue, hasta cierto punto, profética.