“Boy21” es una novela de Matthew Quick, de lectura fácil y rápida, pero no por ello de baja calidad literaria ni que le falte tiempo para meditar sobre lo que estamos leyendo y si realmente lo estamos entendiendo, y deja la puerta abierta a la interpretación libre del texto. No es una novela de deportes, aunque esté basada en el mundo del baloncesto.
Un chico extremadamente introvertido, Finley, que invierte pocas palabras palabras para relacionarse, y su comunicación oral no va más allá de la que tiene con su novia, su padre, su abuelo y el entrenador es el base titular de un equipo de Instituto. Un adolescente buenísimo de otra ciudad vendrá al pueblo tras la pérdida de su padre y su madre en un accidente, y tras eso ha decidido no volver a jugar a baloncesto y cambiar su nombre a “Boy21”, el “Chico 21”, el número de su camiseta de baloncesto, el mismo que lleva Finley.
El entrenador habla con Finley para que interactúe con “Boy21” para intentar que vuelva a jugar al baloncesto, y que entre en el equipo, para ocupar el lugar de base, el mismo que ocupa el protagonista, y que se quedará sin jugar de titular en el equipo del instituto, para dejar paso a otro jugador que se rifan las Universidades.
Envidia vs Generosidad. Se nos plantea el dilema del héroe o el villano anónimo que convive con nosotros, que es capaz de hacer lo mejor por nosotros y perder él lo suyo o actuar de otra forma, protegiendo su “territorio”. ¿Debes convencer a otro para que ocupe tu puesto y te arrebate el sueño sabiendo que eso es lo mejor para el equipo y que salvarás el futuro de otro chico? La respuesta no es sencilla, porque todos sabemos lo que es lo correcto, ayudar, pero no es la opción fácil ni mucho menos. Perder lo que queremos ante uno que es mejor que yo no es la realidad más fácilmente aceptable, y es lo que menos ocurre. No vamos pregonando las oportunidades que tenemos para que otros nos las ventilen.
Amor puro lleno de normas. La relación entre Finley y su novia es de un amor donde no puede entrar nadie más, ni acercarse, eso es inamovible, estamos el uno y el otro y no entra ningún otro personaje, ni se plantean porque están juntos porque jamás se plantearán no estarlo. Cada año son pareja hasta que llega la época de baloncesto, cuando dejan de salir juntos, de llamarse porque hay que estar concentrados en la temporada de la pelota que bota, y no hay tiempo para nada más, sólo entrenar y jugar los partidos. Termina la temporada y vuelve la relación, amor y amistad, soy la mujer de tu vida y tu mejor amiga, soy el hombre de tu vida y tu mejor amigo para siempre. ¿Es eso posible? Si, en los libros.
¿El Club de la Lucha? La novela puede leerse de forma lineal, escuchando y creyendo a los protagonistas, como una historia de ayuda al prójimo y la exaltación de los buenos sentimientos, pero hay otra mirada, que me recuerda al Club de la Lucha y la dicotomía de personajes. Algunos actores pueden ser partes de Finley que quieren salir a la luz, diferentes formas de ser que existen dentro de uno mismo, y aquí relacionado con el mundo del baloncesto, el jugador sin miedo a fallar y que asombra a todos vs el mismo cuerpo con otro jugador inseguro que le da vértigo el triunfo. Todos somos más de uno, el más temeroso que compite con el más valiente, el conservador con el arriesgado, el loco vs el cuerdo… Dentro de nosotros habitan varios “yos” que intentan imponer su voluntad, y nos llevan hacia un lado o hacia otro, no somos uno, somos muchos y uno domina cada momento, y este libro nos puede estar hablando de esto, de la batalla por dominar el carácter.
Novela muy recomendable, da que pensar, y para los que tenemos niños adolescentes, el personaje del entrenador que siempre tiene la razón, por encima de los padres y ocupando el lugar de estos en la vida de los chicos que todavía no son hombres.