Los Celtics, mi padre y yo
El cáncer lo cambia todo, pero de alguna manera, no cambia nada. Todos tenemos esta vida en la que la muerte es la única inevitabilidad. Cada día hay que aprovecharlo al máximo.
Esta es la traducción de un artículo de Kevin O'Connor “The Celtics, My Father, and Me”, publicado en “The Ringer” el 3 de mayo del 2019. El artículo se inicia con el último partido en el que estuvo con su padre en el TD Garden y luego entra en los recuerdos compartidos con su padre, enfermo de cáncer. Ese mismo partido fue el primero que fui a ver con mi familia al TD Garden. Fue la excusa para volar al otro lado del charco, mis hijos querían ver jugar a Kyrie Irving, así que allí nos fuimos.
Ver a los Boston Celtics con mi padre es uno de mis pasatiempos favoritos. El mes pasado, asistimos al juego Celtics vs Spurs en TD Garden y nos sentamos más cerca de la cancha que nunca. Comentamos durante toda la noche lo que podría ser nuestro último partido al que asistíamos en vivo juntos. Mi padre me llevaba a los partidos desde que tenía 10 años, y lo hemos disfrutado. Los “choca los cinco· y los abrazos. Los gritos y más gritos. Los asientos de “Hemorragia nasal” -son los asientos más alejados de la pista, se llaman así porque a gran altura los alpinistas sangran por la nariz-. La misión de encontrar asientos en el sección inferior. Los viajes a casa, cuando viajábamos como sardinas en vagones de tren abarrotados, que olían a sudor y a cerveza. El saludo que recibíamos de mamá cuando volvíamos. Las ruegos durante las fiestas navideñas familiares de poder ver baloncesto en lugar de “A Christmas Story”. Las noches que estabamos en casa animando a los equipos de los Celtics a lo largo de todos estos años, y amarlos sin importar el resultado. Todo lo que realmente importaba era verlo juntos.
La vida cambió para mí dos veces el 26 de marzo: una en 2013 y una vez este año. El mes pasado, mis padres y yo nos juntamos en una habitación de hospital para escuchar a un médico explicar que mi padre tenía un cáncer incurable en fase 4 que estaba tan avanzado que inicialmente fue difícil determinar su origen. Tenía un cáncer de conductos biliares. Tenía cáncer en el hígado. Tenía cáncer en los pulmones. Había cáncer en sus ganglios linfáticos. Había tanto cáncer que la ictericia se desarrolló rápidamente, amarilleando su piel y el blanco de sus ojos, como un plátano que madura demasiado. La quimioterapia puede ser perjudicial cuando un paciente tiene ictericia, por lo que se requirieron múltiples procedimientos para colocar dos stents, uno interno y otro externo, que drenan en una bolsa sujeta con velcro a su muslo para normalizar su nivel de bilirrubina. El nuevo “equipaje” corporal de papá redujo su nivel de bilirrubina, pero hubo complicaciones que podían impedirle probar la quimioterapia. La quimioterapia pronto bombeará productos químicos a su cuerpo para ayudar a aliviar su dolor, que cada vez es mayor.
Incluso si se avecina un milagro, empeorará antes de mejorar. Los médicos dicen que solo le quedan semanas o meses de vida sin ningún tratamiento; incluso con tratamiento, es probable que solo sean meses. Poner estas líneas de tiempo es inútil, ya que cada persona responde de manera diferente al tratamiento, pero es sorprendente la rapidez con la que alguien puede pasar de ser asintomático a acercarse a su lecho de muerte. Papá, mamá y yo haremos todo lo posible para aprovechar al máximo los días que nos quedan juntos; no hay nada que ganar viviendo en la negación. El cáncer está matando al hombre que mantuvo a nuestra familia, al amigo que fomentó mi amor por el baloncesto, al padre que me empujó a soñar en grande.
El baloncesto ha cambiado para nosotros en los últimos años. Es sorprendente lo repentinamente que puede evolucionar la lealtad una vez que trabajas en los medios deportivos. Ya no soy fanático de los Celtics, pero mi seguimiento del equipo no ha perecido del todo. Lo que ocurrió es que mi amor se ha expandido a los 30 equipos. Es un cambio de identidad que incrementó el interés de mi padre en la liga más allá de los Celtics. Lee todos los artículos, escucha todos los podcasts y mira todos los videos. Papá es mi primer fan y mi mayor fan; él es el primero que me motivó a dedicarme a escribir sobre deportes.
En 2012, me sugirió que solicitara una pasantía en “Comcast SportsNet New England”, la estación de televisión local de los Celtics. Estaba poco dispuesto, ya que trabajar en deportes nunca parecía algo que tuviera al alcance, pero mandé la solicitud y fui aceptado. La empresa requería pasantes para resumir los aspectos más destacados, ejecutar el teleprompter y transcribir el audio. Algunos pasantes se quejaron de que era un trabajo pesado y no remunerado, pero para mí fue muy emocionante trabajar junto a personas que dirigían el programa y que caminaban por los mismos pasillos de una leyenda del baloncesto como Tommy Heinsohn. Papá siempre esperó que tuviera la oportunidad de conocer a Heinsohn, el antiguo miembro del Salón de la Fama a quien los fanáticos de los Celtics aman y los rivales detestan por ser el Homero céltico. La oportunidad llegó una noche cuando salía del edificio después de mi turno: Heinsohn estaba sentado solo, en la oscuridad del vestíbulo delantero, viendo el final de una victoria de los Celtics contra los Suns. Me detuve en seco y le agradecí toda una vida de recuerdos. La respuesta de Heinsohn fue un ronquido. Literalmente. No me di cuenta de que estaba medio dormido. Papá y yo nos reímos al día siguiente; siempre vive indirectamente esos momentos.
La primera vez que cambió mi vida el 26 de marzo fue el día más crucial de mi pasantía. Era 2013 y la pasantía estaba terminando, solo quedaban unas pocas semanas. A los pasantes solían llevarnos solo una vez al pabellón, y yo ya había hecho mi visita en un partido de los Boston Bruins. Pero antes de que se me acabara el tiempo como pasante, esperaba asistir a un partido de los Celtics. Mis padres me animaron a pedirlo, así que lo hice y tuve la oportunidad de pasar un día ayudando al equipo de transmisión durante un partido entre Celtics y Knicks.
Horas antes de irme, papá estaba mareado. Se preguntaba si podría ir al vestuario de los Celtics, hacerle una pregunta a Doc Rivers o conocer a alguien que pudiera ofrecerme un trabajo. Le dije que se calmara. Nada de eso sucedería jamás, solo era una pasante. Pero en cierto modo ocurrió: un productor de televisión deportiva llamado Andy Levine elogió mi arduo trabajo, pero cuestionó mis inexistentes planes posteriores a mi pasantía, y me recomendó que escribiera un blog sobre los Celtics para SB Nation. Pasé toda la noche escribiendo en una aplicación de mi teléfono, sin ver más de unos minutos del partido real; Carmelo Anthony tuvo el mejor partido de Carmelo Anthony, con 29 puntos en 30 tiros, en una victoria 100-85 para los Knicks. No había ninguna garantía de que mi mensaje fuera a ser leído, no importaba si tenía la oportunidad, pero no podía esperar para contárselo a mis padres. Después del largo viaje hacia casa, se lo conté: mamá estaba segura de que tendría una oportunidad y papá pensó que tal vez pronto podría asistir a los partidos como parte de un medio de comunicación. Lo sintió como una victoria.
Resultó ser el correo electrónico que cambió nuestras vidas. Jeff Clark de CelticsBlog me agregó a su equipo, y comencé a escribir con la mayor frecuencia posible mientras terminaba la universidad y buscaba trabajos pagados. Papá era mi editor de facto, revisando errores tipográficos y mejorando mi disciplina. Le reboté ideas de artículos mientras veíamos los partidos, y él me animó a ir más allá de escribir sobre los Celtics, lo que me llevó a publicar mi “NBA Draft Guide Anual” y a trabajar para una empresa de psicología deportiva. Nunca imaginé que todo conduciría a esto: escribir para Bill Simmons, trabajar con tanta gente a la que admiro y vivir en Los Ángeles. Cada paso me enseñó a empezar a soñar a lo grande, como papá siempre hizo por mí.
Aunque mi papá tiene una enfermedad mortal, me siento afortunado. A pesar de todas las lágrimas, el sentimiento abrumador es el de agradecimiento por haber tenido un padre tan maravilloso en mi vida, un esposo amoroso para la mejor madre que podría haber pedido. ¿Cuántos niños nunca han tenido un padre? ¿Cuántas familias simplemente nunca se conectan? Nadie imagina que el cáncer acabará con todo, pero nadie está exento de la vida misma. Se estima que hubo 18 millones de nuevos casos de cáncer en todo el mundo en 2018 y un total de 9,6 millones de muertes. Mi papá es solo una de las muchas personas que han sido afectadas por esta enfermedad. No es el cáncer lo que causa el impacto, es el momento.
Mamá me dijo que no siente como real que su esposo tenga cáncer en fase 4. ¿Cómo podría serlo cuando le faltaba menos de un año para jubilarse? Papá trabajó los últimos 15 años haciendo señales de tráfico, después de 32 años de serigrafía para paraguas de una empresa de golf, donde inhaló vapores tóxicos que los médicos creen que podrían ser la causa de su cáncer. No es el trabajo que amaba, pero nos ayudó a salir adelante. Todas las amistades que consiguió allí hicieron que valiera la pena, como conocer a mi madre, que trabajaba en una oficina que estaba allí al lado, antes de convertirse en estilista en 1989. No solo mi padre se vio obligado a jubilarse, sino también mi madre, que está dejando una carrera que ama para cuidar a su marido. Mis padres habían planeado revivir sus días de citas en la década de 1980. Pero los pequeños viajes, los nuevos pasatiempos y una posible mudanza a California han sido reemplazados por viajes estresantes al hospital junto a despedidas de amigos y familiares. Mis padres trabajaron muy, muy duro para formar una familia y disfrutar de sus años de jubilación.
Mi papá ha dicho que lo que más le duele es no poder compartir el futuro con mamá y conmigo; el amigo que desea poder ver más partidos de baloncesto conmigo, el fan que hay en él quiere verme publicar un libro, verme sentado ante la cámara, y el padre que hay en él quiere simplemente estar ahí para los altibajos de la vida.
Sin embargo, papá todavía está aquí. Mi familia apreciará nuestro tiempo juntos, sin importar cuánto tiempo esté aquí. Recientemente le dije que la lección más valiosa que jamás me enseñó fue la de ser consciente. Me empujó a aprovechar las oportunidades que aparecieron, especialmente con mi carrera. Me recordó que apreciara cada momento, ya que solo se vive el presente, especialmente los momentos que hemos tenido viendo deportes juntos.
La única vez que puedo recordar un evento deportivo que nos hizo llorar a ambos fue el sexto partido de las Finales de la NBA de 2008. Los Celtics aniquilaron a los Lakers, 131-92, camino a su primer campeonato desde 1986. Fue una noche especial, no solo porque los Celtics ganaron el título. Fue el viaje que hicimos para llegar allí. Fueron los años de esos viajes a Boston y las noches viendo los partidos desde casa, animando a un equipo que no había ganado nada en mucho tiempo. Era lo que habíamos soportado como fans. Fue la derrota, año tras año. Solo una temporada antes, los Celtics acumularon 18 derrotas consecutivas y tenían la esperanza de seleccionar a un salvador de la franquicia. Pero perdieron la lotería del draft de la NBA y parecía que cambiarían a Paul Pierce. De alguna manera, cambiaron a Ray Allen en la noche del draft y despojaron a los Timberwolves por Kevin Garnett, quien había sido durante mucho tiempo mi “no Celtic” favorito, desde mi primer partido en vivo en diciembre del 2000. Se creó el “Bit Three”. Desde el partido ganador de Allen al sonar el pitido final hasta el juego de Garnett con Zaza, el juego en silla de ruedas de Pierce y la ducha de Gatorade de Doc Rivers, todo se fue surrealista considerando dónde empezó todo.
Garnett resumió el sentimiento que todos los fanáticos de los Celtics sentían, gritando: "¡Todo es posible!" Mientras reíamos y nos abrazábamos, mi padre se detuvo, me miró y dijo lo agradecido que estaba de que compartiéramos esta experiencia juntos. Parece tan simple, pero su reconocimiento ese momento, un padre y un hijo, viendo a un equipo al que nunca se dio por vencido celebrando un campeonato, todavía lo tengo grabado en mi mente. Esta mentalidad se ha convertido en parte de mi. Me es de gran ayuda hoy en día, ya que nuestra familia debe aprovechar al máximo cada día a pesar de los desafíos que se avecinan.
El cáncer lo cambia todo, pero de alguna manera, no cambia nada. Todos tenemos esta vida en la que la muerte es la única inevitabilidad. Cada día hay que aprovecharlo al máximo, independientemente de las circunstancias que te depara la vida. El camino por delante no será fácil, pero en mi familia todavía nos tenemos el uno al otro. El cáncer puede quitarle la vida, pero no nuestro amor.